sábado, 3 de abril de 2021

 

                                                               ELI, ELI

Había llegado el momento crucial, aquel instante preparado desde tanto tiempo atrás. El cielo azul limpio de nubes, aquel cerro descarnado en las afueras de la ciudad, aquella muchedumbre ansiosa de espectáculo.

El aire se  llenó de insultos e improperios mezclados con llantos sin medida y ayes de dolor. En un lado los soldados intentando mantener el orden en aquel caos, en otro las familias que lloraban sin consuelo, y en el medio …

Y de improviso una nube gigante, oscura como la noche sin luna, y redonda como una rueda, se interpuso entre el cielo y la tierra, entre las gentes y el sol, y se hizo la noche sobre el cerro, sobre la ciudad. Y la gente huyó despavorida al tiempo que un terremoto abrió la tierra de levante a poniente.

En medio de aquel caos una voz trémula se oyó decir “ ELÍ, ELÍ LEMÁ SABACTANÍ “ , y después “ TODO SE HA CUMPLIDO”, para acabar diciendo “ EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU”.

Y mientras inclinaba la cabeza aquel espíritu ascendía más y más. Y la nube redonda como una rueda y oscura como noche sin luna se encendió de fuego y surcando el aire se perdió en la nada.

Y cuenta quién lo vio que desde aquel momento empezó la cuenta atrás.

  

                             SAN JUAN 14, 1-12

La noche es oscura y cerrada llena de estrellas. El amanecer es tan solo una esperanza que ni siquiera asoma por el horizonte. El tiempo fluye como dormido sobre un aislado cerro descarnado, sobre una ciudad que duerme.

De lo más profundo de las estrellas una luz destaca por su brillo  que se agranda cada segundo. En un abrir y cerrar de ojos una forma difusa y transparente se ha situado sobre el cerro.

En ese mismo instante se ha parado el tiempo, se han callado los ruidos de la noche, y un silencio espeso se nota en el aire. Como saliendo de la nada un rayo de luz sólida ha cruzado el aire, y ha llegado hasta una losa de piedra redonda moviéndola de su sitio.

Al momento un brillo cegador ha surgido tras la losa dejando en el aire un olor a tiempo discurrido, a espacio liberado. Tras ese tiempo una suave brisa dorada se dibuja en el aire, y al momento dos seres se sientan junto a la losa redonda.

Se ha apagado la luz  sólida, ha cesado la brisa dorada y vuelven a escucharse los ruidos de la noche. El techo del cielo vuelve a ser una alfombra de estrellas, y aquella forma difusa y transparente es ahora una estrella más sobre el cerro descarnado.

Mientras la vida recupera su ritmo el alba asoma con pasos de amanecer en el horizonte. Entre los soñolientos olivos y los cercanos huertos unas voces femeninas se les oye acercarse.

En la casa del Padre hay mucha moradas. ( San Juan 14, 1-12).

Finaliza una cuenta atrás y  empieza otra.

En Oviedo y Turín están las llaves de esta historia.


  

                        Imagen bajada de la red

                        https://youtu.be/9HRt5UY1Gmo

 

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