MAESTRO
Hoy mis letras vienen vestidas de dolor y de luto. Las
palabras nacen embargadas de emoción ante el adiós postrero a un amigo,
Enrique. Mis letras resuenan en negro con el dolor golpeando el alma como un
martillo enfurecido.
Hoy el recuerdo del amigo se hace más presente que nunca,
y viste de luto aquella eterna sonrisa con su camisa de azul cielo y mandil de
cuero. El horno del corazón revive las llamas de mil historias nacidas y
vividas junto a ti, mil lecciones de vida al son del martillo y al calor del fuego.
En el yunque de la vida nos enseñabas a moldear los momentos que esta nos
presentaba por delante, entre fuego y carbón, agua y acero, hierro y
soldaduras. Nos enseñaste a ser felices cuidando animales y mientras tanto dando
forma al metal.
Y tu sonrisa era un arco iris cuando al eco de tu voz
acudían solícitos aquellos tus amigos de
cuatro patas. Y también cuando el sudor bañaba tu frente y con golpes precisos
hacías que el alma muerta del metal cobrara vida y forma Y así nacían los escoplos, cual lápices de
acero, para escribir esperanzas en los renglones marrones de los surcos por
nacer en el folio de la tierra.
O nacían poemas con letras de metal, que se quedaban prendidas en
nuestras ventanas como poesía eterna con alma enamorada que canta ante el mundo
la belleza de unas formas. Tus palabras marcaban siempre el compás, en una
sinfonía donde el fuego y el acero, el hombre y el martillo daban forma y vida
a metales inertes, encendían de ilusión aquel espacio yermo, aquellas formas
frías y sin alma, en un atril hecho yunque.
En días de sol a sol, en jornadas
de esfuerzo sin horario, hiciste de tu trabajo un homenaje al esfuerzo diario, a la labor
bien hecha. Siempre te llamamos Maestro, porque eso fuiste para los que te
conocimos y estuvimos a tu lado.
En la vida diaria, en cada momento y
circunstancia, allí estaba la mano y el consejo del maestro y el amigo, para
ayudar cuando los momentos se escribían en renglones torcidos, y tu presencia y
tu abrazo eran el refugio para el alma dolorida.Y en la hora de la alegría tu sonrisa llenaba de luz el momento de compartir una dicha.
Ahora, que se ha apagado el
fuego de tu horno, que ha callado su voz metálica tu martillo sobre el yunque,
ahora que tu mandil se quedó colgado en la paredes del silencio, y tu camisa
azul duerme en la percha de la ausencia.
Ahora, hay un silencio oscuro y sin vida
sobre la vieja fragua. Hoy mis letras quieren ser un homenaje al amigo, al
MAESTRO, ENRIQUE GALA TORTONDA.
Desde mi agradecimiento, un abrazo eterno,
gracias MAESTRO.
Imagen bajada de la red
https://youtu.be/lAmyLScoBUM