HUBO UNA VEZ
Hubo una vez un tiempo en el que recorrimos el país de los
sueños con pasos de fantasía. Por caminos transparentes transitamos emociones y
dibujamos palabras en las almohadas blancas de unos folios en flor. Y descubrimos
paisajes de deseo, de anhelos al otro lado de las letras.
Hubo una vez un tiempo
en el que soñar era escribir tu nombre en un beso en el aire, y contemplar como
sobrevolando una oscura distancia llegaba latente y ansioso hasta tus labios a
punto de beso. Era ver como una caricia en sequía se hacía una ola cálida que
surcaba un mar hecho ausencia, y llegaba hasta la playa de tu mejilla
encendida.
Hubo una vez un tiempo en el que jugábamos a contar estrellas
en el cielo enamorado de nuestras miradas, y mientras soñábamos deseos las estrellas
fugaces llevaban nuestros anhelos al lugar donde nacen todos los sueños.
Aprendimos a caminar ilusiones a la luz de la luna llena, a escribir esperanzas
en el horizonte difuso de un sueño entre dos almohadas.
Hubo una vez un tiempo en el que la música era un mismo
paisaje en dos miradas con distinto
horizonte, y las notas irisadas encendían las orillas de un océano oscuro de
ausencias. Las paredes de nuestros sueños se llenaron de emociones con notas de
colores, de paisajes con olor a esperanza, de emociones guardadas entre abrazos
de letras.
Hubo una vez un tiempo en el que jugamos a vivir, y paramos
el tiempo en una esfera sin fronteras ni números. El sol nos prestó el día y la
luna su blanca almohada. Y soñamos, y le pusimos aromas a los sueños, olores de
flores nuevas que nacían en dos miradas y se llenaban de primavera cada vez que
se fundían en un mismo horizonte.
Y le pusimos colores a los sueños. El arco iris nos prestó su
paleta redonda y aquellos mundos transparentes se llenaron de vida y de luz.
Vino luego la música. Los aromas y los colores se fueron fundiendo en notas en
un pentagrama infinito. El cielo se cubrió con una sonrisa multicolor y en el
aire sonaba una sinfonía plena de vida. Hubo una vez un tiempo en el que escribimos
poemas de olas y espuma, con letras de besos encarnados en la playa de tus
mejillas. Nuestras manos unidas se alzaban contando estrellas y nuestras
miradas se hacían espejos de plata mirando a la luna llena.
Hubo una vez un tiempo en el que al abrir una ventana había
una sonrisa al otro lado del folio, y al mediodía jugábamos con las sombras del
sol sobre nuestros besos. Y al llegar el ocaso nos hicimos horizonte sobre una
mirada hecha de atardecer. Y luego llegó la noche.
Hubo una vez un tiempo en el que en las fronteras de un sueño
jamás se ponía el sol.
Foto bajada de la red