AGUA Y LUNA
Con letras azules de agua y luna escribimos una cita al
amparo verde de cañas eternas y velo sonoro con voz de agua. Sería en ese
momento mágico, cuando en una esfera sin formas muere un día y nace otro, en la
cuna alargada de unas manecillas sin tic tac, en ese momento preciso en el que
el cielo a veces lanza guiños de estrellas fugaces a corazones que sueñan y laten sobre el renglón
gris asfalto de la vieja carretera. Las encinas y olivos, en su mudez verde, serían
testigos de unas letras que buscan un orden y un sentido al abrigo de una
mirada y de unas miradas que buscan cobijo al amparo azul de unas letras a
contravía. Los ojos inquietos de miles de estrellas serían cómplices de ese momento
sutil e infinito donde se ahogan los deseos y se adelantan los suspiros. El
agua, callada, sería espejo y folio para escribir realidades que laten al otro
lado de la realidad. Sería cauce y vía para
unos sueños que buscan el alba blanca de una almohada para dejar de ser solo
sueños en la transparente realidad de un deseo. La sonoridad blanca de la luna
sería el pentagrama para escribir con luz
las notas de verso y plata que resuenan en un latir hecho en ausencia y
madrugada. El velo blanco de la luna llena sería la vía sonora que iluminase
los senderos, ahora a oscuras, de unas manos que buscan por los pasos vacíos de una ausencia
dolorida. Agua, base para saciar la sed de amor de unas letras en sequía. Luna,
faro de sueño blanco para encender el camino hasta el momento infinito, el
instante supremo del reencuentro de dos pasos en caminos paralelos que se
cruzan al final de la noche, que se abrazan al principio del día. Agua y Luz,
Cañuelo y Luna, dos realidades a la espera en la noche inmensa de un lugar del
futuro.
NOTA
La noche de la cita el cielo se cubrió de nubes y
llovió imposibles. La Luna quedó atrapada entre oscuros y el Cañuelo, seco,
lloró lágrimas negras de piedras secas sobre un lecho de luz ausente.