ERAN
Eran dos sueños en blanco que se encontraron en las paredes a
oscuras de la madrugada a solas. Y decidieron escribir sus anhelos sobre la
blanca cal de aquellas madrugadas. Y las llenaron de deseos en carne viva
vestidos de letras.
Eran dos almohadas en la sala de espera de los sueños. Entre
sus fronteras blancas guardaban la esencia etérea de un anhelo entre sus manos,
de un beso en labios ausentes, de una mirada al borde de un deseo.
Acariciaron un sueño entre senderos azules, un anhelo entre
arenas de letras, una ilusión entre nubes al atardecer. Eran dos pasos por los
arcenes del día, en las aceras de la noche, por las calles de la soledad.
En un parque a la luz de un sueño decidieron soñar caminos
paralelos con destino al infinito, y sus pasos se hicieron letras, y sus letras
se hicieron senderos con versos de anhelos en flor y rimas de carne y beso.
Eran dos notas a solas en el pentagrama de una canción en
blanco y negro, mientras cantaban poemas de luz y canciones de colores llenaron el pentagrama de un arco iris
infinito, y las notas se hicieron espejo de dos sueños que latían en un piano
hecho de primavera.
Eran dos golondrinas volando en el aire de un poema sin letra.
En un renglón en blanco, en una esquina por soñar rimaron un poema de versos
florecidos. Sobrevolaron mil sueños para guardarlos entre azules, y en sus alas
de cristal y tinta, en sus cabriolas de papel, hicieron sonar los trinos
dorados de un corazón entre las manos.
Eran dos esferas que marcaban un mismo tiempo latiendo en diferente realidad. Después de coincidir en
un instante llamado deseo decidieron curvar el tiempo para llenar de sueños el
espacio que dibuja una mirada, para pintar de colores la línea transparente de
un sueño en dos almohadas.
Eran dos distancias sin medida en las cuatro esquinas de un
folio. Y se encontraron sobre el horizonte de una mirada al borde de una
sonrisa. A la luz de la luna llena navegaron deseos por un océano de madrugada
a solas y playas doradas de encuentros al amanecer, eran dos caricias de olas
azules en la playa de un mar con dos riberas.
El sol de la noche
escuchó sus sueños y los condujo entre reflejos de azul y plata por un océano
sin puntos cardinales, hasta una playa de folio en blanco, donde escribir
poemas de arena, espuma y sal.
Eran dos miradas con un mismo horizonte de gris ausencia. Tras mirarse un día más en el espejo
de la tarde hicieron del amanecer un espejo donde dibujar anhelos. Y sus ojos
se llenaron de canciones de colores, y sus manos de caricias con aromas de
primavera.
Y acariciaron un sueño entre senderos azules, un deseo entre
arena de letras, una ilusión entre nubes al atardecer.