sábado, 5 de noviembre de 2022

 

                                LA OTRA CARA DE UNA HISTORIA  


Aquella mañana del mes de Mayo florecía la primavera en todo su esplendor y el mar olía a espuma y sal entre las calles encaladas de Palos de Moguer. A la hora acostumbrada el pregonero hizo sonar su trompetilla llamando a los vecinos. Una vez congregados abrió un pergamino y procedió a leerlo, sin saber que aquella lectura cambiaría la historia.

Era una real cédula de los Reyes Fernando de Aragón e Isabel de Castilla recordándoles una vieja deuda que ahora debían satisfacer. A saber, debían costear y proveer de los víveres y enseres  para dos carabelas, con tripulación incluida, y ponerlas bajo el mando de un extranjero que vagaba por el pueblo hacía días, y ahora de pie junto al pregonero y un monje de la Rábida miraba a los vecinos entre serio y preocupado.

 Dicho extranjero proponía viajar por el mar del Oeste, zona de tinieblas y monstruos, aguas desconocidas y misteriosas,   hasta las tierras del Gran Khan.  

Protestaron aislados los vecinos, pero de nada servían aquellas quejas ante la Real Orden,  y mostraron su enfado de la mejor manera a su alcance, NADIE quiso alistarse a aquella loca aventura que anunciaba el pregón.

Poco a poco se fueron alejando los vecinos sin mostrar el menor interés, pese a que el pregonero leyó varias veces el pregón junto al monje y el extranjero ante la indiferencia del pueblo que cada vez atendía menos.

Con un mar turquesa y un viento cálido en las velas una carabela de nombre CONDESA enfila la salida del puerto de Palos con una carga de sardinas con destino a Roma.

Ajeno al acontecer del pueblo Martin Alonso Pinzón, al mando de dicha carabela, tenía además un encargo muy especial, llegar hasta el mismo Papa Alejandro VI por orden expresa del Rey Fernando.

Una vez llegado a  Roma se encaminó al encuentro con el Papa. Tras unos días de visita y entrevista Martin emprende la vuelta a casa trayendo un cofre pequeño bajo el brazo.

A su llegada a Palos lo reciben los monjes del monasterio de la Rábida  y sus hermanos Vicente Yáñez Pinzón y Francisco Pinzón, así como el extranjero que dice llamarse Cristóbal Colón, el cuál expone su proyecto de llegar a las islas de las especias,  rica en oro y especias, metales y piedras preciosas.

Al día siguiente el pregonero volvió a leer la Real Orden, como cada día pero ahora junto al extranjero y los monjes están los hermanos Vicente Martín y Francisco Pinzón apoyando la aventura. Y con la confianza que estos les daban los marineros se apresuraron a alistarse.

Y se armaron dos carabelas y una nao, sus nombres se quedarían guardados con letras de oro en el mar de la historia. La nao se llamaba La Gallega, luego cambiado a Santa María, sería la capitana. Y las carabelas La Niña, de primer nombre Santa  Clara, que luego cambió a Niña por su dueño Juan Niño. Y la Pinta alquilada a Juan Quintero.

Y así una nao y dos carabelas se dispusieron para zarpar la noche del  2 de Agosto de 1492, camino de una aventura sin visos de realidad. Con las bodegas  llenas de esperanzas e ilusiones y las velas henchidas levaron anclas aquel amanecer, y las quillas dibujaron sobre el folio azul del mar los renglones de una historia, de un mundo que cambió para siempre.

Con un pequeño cofre bajo el brazo, oteando el horizonte y sonriendo al nuevo sol Martin Alonso Pinzón alzó su brazo despidiendo a familia y amigos.

 El día 25 de julio de 1492 moría en Roma el Papa Inocencio VIII. Sobre su tumba en el Vaticano una lápida con letras de bronce dice:

NOVI ORBIS SUO AEBO INVENT GLORIA

(SUYA ES LA GLORIA DEL DESCUBRIMIENTO DEL NUEVO MUNDO)

¿Cómo supo el Papa que se  llegaría a América?

¿Qué era  lo que contenía  el cofre, qué documentos le dio a Martín Alonso Pinzón?

530 años después las preguntas siguen sin respuestas.




                               

                              Imagen bajada de la red

                              https://youtu.be/aCynyt9z8CQ