domingo, 27 de septiembre de 2020

 

                                                   ATARDECERES

Mis primeros recuerdos nacen envueltos en la magia de los colores del atardecer, cuando tras salir de la escuela llegaba la hora de jugar con los amigos en las orillas del querido arroyo Cañuelo. Y entre sus eternas cañas ver ponerse el sol tras la lejana sierra, mientras se hacía la magia en el horizonte con las nubes que se vestían, cual deseos, ahora de rosa, ahora de oro.

Y tras un fugaz destello la realidad volvía, y la noche llegaba con pasos luminosos de estrellas y vestido de luna llena o traje de noche de luna nueva, e incluso  traje de fiesta  con fases creciente o menguante.

Era también el momento de escuchar el trinar de los pájaros mientras buscaban la almohada de una rama para acunar sus sueños. Y  también llegaban las voces cansadas de los jornaleros tras un día duro de afanes.

Aquellos atardeceres se fueron quedando grabados en la piel, en la mirada, y se hicieron un poema infinito que leo una y otra vez, cuando mis ojos se hacen espejos de la tarde.

Atardeceres de Campillo, tan especiales, tan únicos, tan infinitos, que mis letras se hacen miniaturas azules  ante el imposible reflejo de tu magia.

Un día descubrí el cofre mágico de la fotografía y pude guardar sus mil caras, cuál precioso diamante, sobre el folio del horizonte. Horas infinitas sentado en las aceras de la tarde a la espera de ese momento mágico y único cuando el sol hace un guiño de fuego y rosa tras la última nube.

Y tras esa foto final sentir la emoción de hacer eterno ese momento, ese instante efímero del atardecer.

Lejos ahora de tus mares de trigo y cebada sueño en otro mar, en otra playa que huele a sal, con barbechos de ola y espuma, mientras acaricio tu recuerdo en la playa de una mirada que te añora.

Hoy como ayer, como siempre, me he sentado al final de la tarde con el corazón emocionado y la cámara dispuesta. Aguardo el momento infinito de ser el trovador de un  poema en oro y rosa, seda y azul,  sol,  nubes y horizonte.

Eternos, únicos, infinitos atardeceres de Campillo.   

  

                          Foto Juan José Hernández Maldonado

                          https://youtu.be/VEIyRa2BmMc