martes, 1 de diciembre de 2020

 

                     LA DAMA DEL LAGO

Con reflejos del amanecer en las pupilas, por los senderos en semipenumbra del cercano bosque, he adentrado mis pasos  entre las nieblas matutinas.

Busco ese momento mágico donde el sol besa el agua del lago con labios de oro y fuego, y el agua lo abraza con brazos de arco iris y mirada vestida de plata y azul infinito. Huele el aire a emociones contenidas, a tiempo detenido entre luz y agua, sol, niebla y bosque.

 Los pájaros sueñan en su pentagrama alado entre notas multicolores, en una coral de trinos infinitos. Sobre la piel de tierra del bosque mil senderos se adentran en la espesura buscando el trino de los pájaros, el sosiego y paz de las aguas del lago, o el horizonte infinito de unas montañas que parecen querer acariciar el cielo.

 Llego hasta una fuente que fluye cantarina entre piedras en un recodo del camino. Haciendo un cuenco con las manos bebo de aquel agua pura y cristalina y la energía de la madre tierra me inunda de fuerza y de sensaciones.

 Ensimismado por el rumor del agua he cerrado los ojos. Al abrirlos, al otro lado del sendero, entre nieblas de alba y luz, una figura femenina me mira sonriente, mientras sostiene entre sus manos una rosa.

 Asustado miro a todos lados buscando una explicación. Sin parar de sonreír me invita a sentarme a su lado en las cercanas piedras. Con voz angelical me cuenta que es la Dama del Lago, aquella que vienen a buscar pintores, músicos y todo tipo de artistas, pues cuentan que concede a quien la ve la magia de la inspiración.

 Nada de eso soy, le cuento, tan sólo busco la belleza, y allá donde la encuentro la guardo en el lienzo de una fotografía, para luego compartirla con los demás, y que puedan admirarla.

 Sonrió complacida y mirándome con miel y seda en las pupilas me cogió las manos y me sentí lleno de luz y de felicidad. Al despedirse me dejó un beso en las mejillas y un olor a primavera en el alma.

 Se adentró en el bosque y luego se difuminó su silueta entre las nieblas del lago. Aturdido por la emoción y con el corazón exultante miré mil veces por límites del bosque, por las orillas del lago.

 El sol en su cenit derramaba su luz sobre los cuatro puntos cardinales y hacía del lago un inmenso espejo de agua. Al alejarme en pos de mi camino hice una fotografía y volví la mirada hacia el lago.

 Allá donde se funden la realidad y el sueño, entre nubes difusas una figura femenina llevó su mano a su boca lanzando un beso, y luego la alzó diciendo adiós, mientras su figura se difuminaba entre los rayos del sol.

 En ese preciso momento un beso se posó en mis mejillas y una rosa aparecía  sobre mis manos.



                                                     Imagen bajada de la red

                                                     https://youtu.be/-i5UGbURIUU

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