domingo, 24 de noviembre de 2019


                                                          TANGO

Una música alegre y multicolor escribe en el aire sus primeros compases. La pista de baile se ha llenado de parejas que al son de aquellas notas escriben fantasías sobre un salón de baile hecho folio  y lienzo, donde los pies son letras y los cuerpos son lienzos para dibujar en el aire las fantasías emocionales que nacen al calor de la música.
 Giros y vueltas, requiebros y pasos acompasados escriben rimas con letras irisadas, dibujan paisajes entre los lienzos con fronteras de carne y beso de cuerpos entrelazados, cinturas que se hacen playa donde, inquietas, llegan las olas de unas manos para dibujar sensaciones con espuma de deseo.
 Las miradas, que antes volaban por el espacio infinito de un silencio en espera, se tornan estrellas fugaces y se funden con la luna llena de una sonrisa cómplice con fases de ilusión creciente. Los pies relatan letras transparentes sobre el folio del suelo, y las manos dibujan un mapa de sentimientos sobre la arena de una cintura que se hace flor y ventana de un edén al otro lado de un abrazo.
Suena ahora la música entre sombras y susurros. La cadencia suena a tic tac, y son los latidos de los corazones los que marcan el compás, y los sueños se funden en un mismo cielo cuando los labios se acercan y se quedan en las fronteras de un beso.
 Las cinturas se hacen un mismo paisaje y son el alfa y omega de un nuevo diccionario de emociones. Una mirada inquieta se pierde entre las letras de aquella poesía entrelazada. Nunca supo bailar. Conocía su torpeza a la hora de moverse y, escondido tras su vergüenza  y cortedad, no aprendió a bailar.
Desde su frontera al borde la pista miraba las distintas parejas dibujar sensaciones en el aire, escribir sentimientos con letras azules de miradas infinitas. Le hubiera gustado saber bailar, escribir con los pies y con el cuerpo poemas a la luz de una esperanza, y sentir una mirada traspasar su horizonte y llenar su cielo con estrellas de ilusión.
 Le hubiera gustado respirar un mismo aliento al otro lado de una música, mientras buscas unas palabras desesperadas, vibrar con la calidez de aquellos pasos que soñaba entre sus letras, temblar de emoción al unísono  cuando aquellas manos reclamaban el calor de una mirada al otro lado de un abrazo.
 Pero…no sabía bailar. Y la música seguía sonando con tonos de terciopelo y luna nueva, con olor a rosas y jazmines, con luces entreveladas y  corazones fundidos. Se dispuso a volver a su mundo en blanco y negro, cuando una voz de miel y traje de azul cobalto, con alas azules en los pies rompió su silencio. Una mirada de ocaso encendido lo traspasó al momento, y la voz susurró como una caricia…
¿Bailamos un tango?
No sé bailar, dijo él.
 Déjate llevar, yo te llevo, dijo ella con tono azul de miel y seda.
 ¿Dónde?  Dijo él, perdido en aquella mirada.
Donde la música nos lleve,  le susurró ella al oído acercando su rostro a él.
Y la música se encendió en colores en un folio en blanco y negro.
 
                                            
                                              Imagen bajada de la red
                                              https://youtu.be/I5JQ1m3mxKw
 

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