ME DICES
Con un suave aleteo de tus alas transparentes has llegado
hasta mí, mientras contemplo el otoño sentado en un banco, a orillas de la
tarde. Ha pasado mucho tiempo desde aquella última vez que compartimos ese
espacio irreal que llaman sueño.
Te sientas a mi lado y
me cuentas que ya no puedes leer mis letras en las paredes transparentes de tus
noches, que ya no escuchas el tapiz musical de mi horizonte en el pentagrama
ahora a oscuras de tu paisaje imaginario.
Me cuentas que no
percibes el perfume azul de unas caricias al otro lado de un folio, que sientes
el vacío infinito de aquel abrazo en sequía que abría las puertas de la mañana
al calor de un beso en duermevela. Me dices que tus manos han dejado de ser
olas que escribían caricias de tinta y sal, y ahora yacen, como dormidas, en
una playa sin mar ni arena.
Me cuentas que la luz
de tu ocaso camina en su dorada soledad por un horizonte que dejó de ser de oro
y rosa, que tus pasos, ayer paralelos y cómplices, hoy caminan en divergente
silencio por folios de distinta realidad. Me dices que la Luna ha olvidado, y
no recuerda, aquel poema escrito a contraluz con letras de plata que nuestras
miradas grabaron en un folio hecho de otoño y deseo.
Me cuentas que tu voz
no encuentra aquellas palabras que grabaste un día en una pared transparente,
que tu mirada se pierde cada vez que te asomas a la venta del día, como
temiendo ver pasar la realidad. Me dices que tu ahora es una sonrisa ausente y
helada, que tu madrugada es un tren sin destino
ni pasajeros, que no encuentras mi mirada ni mis letras. Me dices, y te
creo, que no me encuentras.
Todo lo que viví y
deseé, lo que sentí y dibujé, lo que pinté y lo que escribí, lo que fuí y lo
que soñé, todo se quedó dormido en las
fronteras de lo imposible. Y te inventé,
y te hice sueño para vivir y desear, para sentir y dibujar, para pintar y
escribir, para cantar y soñar, para ser
letra y ola, folio y playa, latido y deseo. Hubo una vez que inventé un sueño y
lo viví a flor de piel. Y hoy tú, sueño, te vas alejando, fundiéndote con las
sombras, camino del ocaso, porque pasada la noche los sueños mueren al amanecer.
Quizás los sueños solo sean un corazón entre las manos.
Juan
José Benítez. Del libro “SUEÑOS “.
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