sábado, 2 de febrero de 2019


                                                             VIEJA PARED
La lluvia y el frío, el calor y el viento habían ido dejando su huella sobre aquella pared de cal y tierra. Hacía años su vestido que ayer era de blanca cal ahora tenía el pálido amarillento de una enfermedad llamada olvido. Su piel de nieve, cual  folio ilusionado, fue testigo, papel  y sobre para unas letras entrelazadas, para un corazón enamorado, para unos sueños que despertaban a la vida, para unas ilusiones, que como palomas mensajeras, se quedaron  sobrevolando las cuatro esquinas de aquel universo blanco.
Aquel pentagrama sin notas ni renglones se fue llenando de un arco iris de letras, de una sinfonía infinita de nombres enamorados, de flechas que unían deseos y que ataban ilusiones con los lazos invisibles de mil esperanzas con forma de corazón.
Las notas de mil letras fueron llenando aquel pentagrama de mil anhelos que cantaban canciones con aromas de emociones nuevas. Y aquel folio de cal y tierra se fue cubriendo de esperanzas  vestidas de nombres… quiere a …, ..te quiero…, tu y yo para siempre.
Y llegaron también los besos dados al amparo de la solitud, cuando se llevan puestas las primeras huellas de carmín, ilusiones en rojo del lápiz de labios. Y también llegaron los afanes frenéticos por borrar lo que no se quería, aunque al día siguiente o al otro volviese a lucir el mensaje cual ave fénix enamorado.
Aquella pared era un espejo blanco donde reflejar emociones, unas veces compartidas otras encontradas, Allí se quedó dibujada la ilusión de ver nuestro nombre enlazado, unido a unas letras que envolvían una mirada de universo. Y también la desazón de verlo borrado, o no verlo tan siquiera entre aquel laberinto de letras e ilusiones.
Con infantil  emoción  llegué hasta la vieja pared. Y recorrí con las manos su piel  hoy rugosa y casi desconchada. Entre los restos de cal y tierra aún reconocí viejos mensajes y me emocióné al recordar. Ilusionado recorrí sus cuatro esquinas buscando un imposible, aquel corazón que nunca dibujé, aquella flecha que nunca pinté, aquel mensaje que nunca escribí, aunque lo lleve grabado en el fondo del corazón.
Y sonreí. Una música en el aire me recordaba que la tiza no escribe en el frío.
Entre aquellas ruinas de tiza y tinta  un mensaje sobrevivía entre desconches, unas letras de azul cobalto ponían realidad entre aquel mundo de sueños  “Es inútil querer subrayar lo que borra el olvido”.
 
 
                                  Imagen bajada de la red
                                  https://youtu.be/NqPjGdluUvU

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