VIEJA PARED
La lluvia y el frío, el calor y el viento habían ido dejando
su huella sobre aquella pared de cal y tierra. Hacía años su vestido que ayer
era de blanca cal ahora tenía el pálido amarillento de una enfermedad llamada
olvido. Su piel de nieve, cual folio
ilusionado, fue testigo, papel y sobre
para unas letras entrelazadas, para un corazón enamorado, para unos sueños que
despertaban a la vida, para unas ilusiones, que como palomas mensajeras, se
quedaron sobrevolando las cuatro esquinas
de aquel universo blanco.
Aquel pentagrama sin notas ni renglones se fue llenando de un
arco iris de letras, de una sinfonía infinita de nombres enamorados, de flechas
que unían deseos y que ataban ilusiones con los lazos invisibles de mil esperanzas
con forma de corazón.
Las notas de mil letras fueron llenando aquel pentagrama de
mil anhelos que cantaban canciones con aromas de emociones nuevas. Y aquel
folio de cal y tierra se fue cubriendo de esperanzas vestidas de nombres… quiere a …, ..te quiero…,
tu y yo para siempre.
Y llegaron también los besos dados al amparo de la solitud,
cuando se llevan puestas las primeras huellas de carmín, ilusiones en rojo del
lápiz de labios. Y también llegaron los afanes frenéticos por borrar lo que no
se quería, aunque al día siguiente o al otro volviese a lucir el mensaje cual
ave fénix enamorado.
Aquella pared era un espejo blanco donde reflejar emociones,
unas veces compartidas otras encontradas, Allí se quedó dibujada la ilusión de
ver nuestro nombre enlazado, unido a unas letras que envolvían una mirada de
universo. Y también la desazón de verlo borrado, o no verlo tan siquiera entre
aquel laberinto de letras e ilusiones.
Con infantil emoción llegué hasta la vieja pared. Y recorrí con las
manos su piel hoy rugosa y casi
desconchada. Entre los restos de cal y tierra aún reconocí viejos mensajes y me
emocióné al recordar. Ilusionado recorrí sus cuatro esquinas buscando un imposible,
aquel corazón que nunca dibujé, aquella flecha que nunca pinté, aquel mensaje
que nunca escribí, aunque lo lleve grabado en el fondo del corazón.
Y sonreí. Una música en el aire me recordaba que la tiza no
escribe en el frío.
Entre aquellas ruinas de tiza y tinta un mensaje sobrevivía entre desconches, unas
letras de azul cobalto ponían realidad entre aquel mundo de sueños “Es inútil querer subrayar lo que borra el
olvido”.
Imagen bajada de la red
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