LLUEVE…
Buscan refugio mis letras en
el corazón blanco de un folio, al calor del fuego de los sueños. Llueve
ausencia sobre palabras que se niegan a la vida en el papel del deseo. Llueve
silencio sobre letras que borraron su esencia empapadas de gotas de lluvia hechas
deseos. Llueve calladamente oscuro sobre la luna llena de unas manos que
abrazan el eterno infinito de un momento. Resuenan sonoras las campanas de la
lluvia sobre tejados de plata y carmesí, surcando el aire se eleva el rosario
monocorde del agua que reza oraciones líquidas en las gotas informes de los
sueños.
Huele el aire a deseos con
luces de almohada, huelen nerviosas las sombras que fugaces y volubles escriben
anhelos en la pizarra negra de la chimenea. Huelen inquietas las llamas del
fuego en canto ardiente de madera y brasas, y sus notas de crepitar y humo
escriben en el aire versos de oro y fuego. Huelen dolidas las ardientes brasas
que entonan cenicientas canciones al calor helado de la ausente presencia.
Brillan sonoramente encarnadas sus letras blancas de calor y fuego cuál deseo
en mitad de un anhelo, para luego apagarse lentamente en la almohada del
amanecer.
Duele el aire a silencio de
lluvia, duele la lluvia a silencio de candela herida, duelen las sombras con
voces de llama y deseo, duele el deseo con gotas de ausencia y letras de agua.
Duele la candela de los sueños en madera ardiente de ausencia dolorida, dolor
hecho madera que arde en los versos espirales de unas manos que abrazan
silencios entre dedos hechos brasas. Y por doler duele hasta el dolor, duele
pensar, duele mi letra, en palabras dolorosamente recogida, duele mi yo, duele
mi sombra, duelo yo mismo ausente de mi
mismo. Duele saber que un día más mientras te escribo, en el fondo de mis
letras, en mi mismo, llueve, huele…duele.
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