LA MARCHA
La habitación luminosa un día de tu presente en flor, se
tornó aquella tarde extrañamente oscura. Apenas iluminada por el brillo
incoloro de tu mirada a solas, fuiste recorriendo los rincones de tu vida, y
sobre la maleta azul de tu deseo, fuiste poniendo trozos de ti, tu vida misma,
fundida en detalles, prendida en momentos, que guardabas en el armario de tu
corazón.
Has guardado tu primer lápiz, con el que aprendiste a dibujar
las formas que tu mente creaba, y aquella goma que borró también tus primeros errores. Y guardaste
también tus lápices de colores, con los que pusiste arco iris al mundo que
latía en tu universo paralelo. Y tu primer balón, que te enseñó a darle patadas
al primer dolor, cuando se marchó tu mejor amigo.
Has guardado también la rosa ya seca de tu primer amor, las letras
ya borrosas de tu primer poema, y guardaste también tus cromos, aquellos ídolos
de color y cartulina que encendían tus sueños al calor de una radio.
Has guardado las risas del recreo en la bolsa rosa de una
sonrisa, en el lazo azul de una mirada que encendió tus mejillas por primera
vez. Has guardado el terciopelo verde de la primera caricia, la ola blanca de
aquella mano que llegó hasta tu playa, y dibujó delfines en el mar de tu piel.
Has guardado la magia en oro y miel de aquel primer beso escrito en la pared de
una tarde, cuando su tiza blanca dibujó tu nombre en el folio de sus ojos.
Has guardado el dolor negro y espina de aquel desencuentro,
cuando la lluvia pintaba ausencias, y la lejanía soltaba palomas cada día con
un mensaje doliente en sus alas abiertas.
También has guardado
el lazo negro de tu primer adiós en la carta de la vida, ese que te partió el
alma, y luchas cada segundo con pegarla con versos de recuerdo. Y también la
lluvia de aquellos primeros llantos, cuando no sabías que otros mundos giraban
igual que tu pero no al compás tuyo.
Casi al final has visto tu vida entre cuatro paredes
guardada. Sentado al borde de la madrugada, con tu vida en la mochila, has
vuelto la mirada hacia tu ayer, cuando el autobús enfila la última curva.
Mientras las calles duermen sueño azul y oro de alborada que llega, la luz
blanca de la luna llena pone un beso de plata sobre la rosa encarnada de tus
mejillas.