BUSCANDO
San Isidro está de fiesta y la alameda es una sinfonía de
colores nuevos y de aromas a primavera en flor. La gente se extiende por toda
la arboleda llenando el aire de risas y alegría. El cercano arroyo Cañuelo viste traje transparente de
agua cristalina y canta canciones de fiesta al pasar junto a la alameda.
Inhiestos de eterno verde los eucaliptos arropan con sus
sombras a las personas que se han juntado a sus pies, y se cubren de los
primeros calores del florido Mayo.
Sorteando árboles y traspasando risas unos pasos se van
alejando por entre grupos de gente. Tras un tiempo caminando han llegado a un
lugar conocido. Allí donde el arroyo hace un recodo, un remanso donde las ranas
cantan y los peces parece que juegan al
escondite.
Allí donde un almendro y un limonero se dan la mano y juntan sus flores para vestir de blanco la primavera. Allí, en los brazos de
sus ramas, unos jilgueros han hecho sus nidos y vuelan incansables entre trinos.
Los pasos se han detenido junto a unas piedras como
descansando. Unos ojos de azul turquesa buscan afanosamente en la clara de la
alameda, tras la cercana línea de eucaliptos. Y busca un recuerdo detenido en
el tiempo, un sentimiento dormido entre el agua cristalina del arroyo y el
trinar irisado de los jilgueros. Y su mente viaja hacia atrás, hacia ese tiempo
que se quedó prendido entre el almendro y el limonero, entre las rojas amapolas
y blancas margaritas.
Y cerró los ojos y volvió a ver el color de la primavera en
unas pupilas de universo, en unos labios de rojo enamorado. Y sintió a la vez
la seda de unas manos entrelazadas, y el despertar de la pasión de unas olas
hechas caricias en el mar de su piel.
Sintió también la emoción de compartir un sueño tras una
mirada espejo de la tarde, y compartió ilusiones mirando el horizonte hecho
paisaje. Recordó el momento infinito de hacer un folio de la piel madera de un
cercano eucalipto. Y grabaron un corazón con una flecha cruzada y sus iniciales
unidas por un sueño y un deseo. Cogidos de la mano, mirándose, dejaron pasar el
tiempo, lo único que no importaba.
De nuevo entre las gentes ha cogido una amapola y una copa de
vino, y alzándolas hacia el cielo ha brindado sonriendo. Al otro lado de un
folio con árboles de letras unos labios hechos besos han brindado en el aire
una sonrisa, mientras los ojos se llenaban de recuerdos.
Imagen bajada de la red
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