sábado, 12 de mayo de 2018


                            ELLA LO SABRÍA

Con la inocencia iluminando su mirada azul, con la ilusión acelerando su corazón, se aproximó hasta aquel aula ahora vacía. Todos estaban en el recreo menos él. Con la excusa de ir al lavabo llegó hasta la clase, y una vez dentro se aproximó hasta el universo oscuro de la pizarra negra. Borró fórmulas y letras, dibujos y figuras, y quedó limpio aquel universo donde iba a colgar sus estrellas.

Con las manos casi temblando cogió una tiza. Con infantil emoción dibujó algo parecido a un corazón,  y lo atravesó con una flecha, tal como había visto hacer a los chicos y chicas mayores. Encima del corazón trazó unas líneas que querían ser letras y que la emoción hizo eternas con luz blanca de tiza enamorada.
 Eran las iniciales de aquel nombre, las letras de aquella mirada que ponía música en su corazón  y estrellas en su mirada. Debajo del corazón, como con miedo, puso sus iniciales llenas de ilusión e inquietud, y miró esperanzado el negro folio de la pizarra. Inquieto por si lo veían, llegó hasta la puerta. Miró una vez más hacia la pizarra y sonrió feliz. Al fin ella lo sabría.

Aquel atasco,  una vez más, un día más, hizo que llegara tarde, cuando casi todo el mundo había entrado en clase. Camino de su aula, en el pasillo vió las taquillas, ahora calladas, solitarias, alineadas en su vida gris plata y acero. Y se paró ante una de ellas. Un nombre, aquel nombre que encendía sus sueños, destacaba con colores juveniles sobre un folio de plástico transparente.

Tras pensarlo un segundo sacó un papel de su carpeta azul y con trazos nerviosos dibujó unos números y un corazón, y tras doblarlo lo introdujo por una rendija del respiradero. Era su número de teléfono escrito en papel amarillo, el color preferido de ella. Y se encaminó hacia la clase. Una vez allí el saludo de rigor a todo el mundo, y una mirada buscando.

 Al otro lado de aquel folio hecho clase,  unos ojos de universo,   unas pupilas llenas de estrellas, dibujaron una mirada de bienvenida, y una sonrisa de arcoíris encendía de colores la ventana de un encuentro enmarcado de silencios. Al fin ella lo sabría.

Nunca pasaba, o casi nunca. Encontrar aparcamiento era casi imposible, aunque hoy tuvo suerte. Quizá influyó que hoy apenas había tráfico, y que llegó un poco antes que siempre. Llegó a la oficina cuando apenas había nadie.
Mientras tomaba un café una idea tomó cuerpo en su cabeza. Cogió un bolígrafo y un papel adhesivo. Con emoción contenida dibujó un corazón y unos números, y tras comprobar que nadie lo veía llegó hasta aquella mesa donde él perdía su mirada. Con los nervios a punto de veinte años, con sumo cuidado, pegó aquel papel en la pantalla del ordenador.

 El ascensor se detiene en la puerta de la oficina y un grupo de personas llegan a su diario quehacer, mientras otras se paran ante la cafetera. Entre aromas de café y perfumes irisados, una mirada cargada de estrellas sonríe al encuentro con un mar con olas de ilusión. Sobre una pantalla negra hecha pizarra, un papel amarillo hecho deseo aguardaba el momento  de ser leído. Al fin ella lo sabría.

Como cada día, puntuales, las chicas repartían la comida. Como cada día se sentó en su silla de siempre, en su mesa de siempre, y con sus amigos de siempre. Pero hoy no quería hablar, no quería arreglar el mundo ni hablar de nada. Hoy solo tenía una idea en su cabeza.
Con mano trémula sacó de su bolsillo un papel doblado por la mitad, en él había anotado su número de teléfono,  y con emoción infinita lo puso junto al plato sin que se viese. Mientras comía en silencio su mirada se perdía una y otra vez unas mesas más allá. Allí unos ojos brillantes de estrellas y una mirada de universo encendían de amanecer el momento infinito del encuentro. Y una sonrisa de rosa roja ponía aroma de primavera a un otoño entre las manos.
Nervioso esperó el momento hasta ver  que llegaba el carro con los postres. Al llegar a su lado deslizó su mano con el papel bajo la bandeja del carro dejándolo pegado. Y miró hacia la otra mesa. Al encontrarse las miradas le indicó el carro y su mensaje. Y el carro llegó hasta aquella mesa, y miró embargado por la ilusión y la esperanza. Al fin ella lo sabría.


                                     Imagen bajada de la red
                                     https://youtu.be/-4ZV8TDgxQY