EL DOBLAO
Habían pasado los años, muchos años, desde la última vez, el
último encuentro. Habían pasado cosas, muchas cosas, y pasó la vida, con sus
luces y sus sombras, sus afanes e ilusiones. Hoy, me he sentado al borde de la mañana, mientras el sol
despereza los rayos de sus dedos, mientras la luz va dibujando la vida, con sus colores entre las páginas azules de
un cielo infinito de otoño, en el cielo amarillento de mil árboles desnudos, en
las notas apagadas de millones de hojas muertas, en el eco susurrante de vidas
que brotan al amparo de la lluvia y el tímido sol de Diciembre.
Hoy un sueño ha querido volver, ser la realidad que un día fue. Y pidió prestada la
llave del tiempo. Sin más equipaje que la emoción partió en este amanecer tras
la estela blanca de una ola. Caminó madrugadas y regresó al lugar dónde pasaron
por primera vez las primeras cosas. Y se llenó de colores a golpe de diario amanecer, cuando el aire
huele a esperanza.
Y llegó al fin a la otra realidad, a aquel viejo doblao, aquel otro mundo donde
un día quedase el yo que me habita, donde guardados quedaron aquellos días que
fueron principios del hoy presente, hojas doradas en un libro que nace a golpe
de versos y vivencias. Y al abrir de nuevo sus ventanas resuenan los acordes de
mil músicas guardadas.
Las manos se emocionan e inquietan al volver a acariciar al amigo
fiel, viejo compañero, rincón del corazón dónde quedó guardado el tesoro de
unos años que despiertan a la vida. El corazón escribe inquietudes y una a una
las vivencias se van desplegando con su carga de emociones.
Allá en lo más oculto, una vieja libreta guarda los primeros
poemas escritos a la sombra de Bécquer y Espronceda y se asoman emocionados al
aire de la vida. Aquellas letras sin nombre, gaviotas azules sin destino,
surcaron el cielo de la tarde hasta perderse en el murmullo de un arroyo
susurrante y el verde eterno de unas cañas enamoradas. Los ojos, bañados de
emociones, recorren los días a golpe de poemas y música, tarde de sol poniente
y noches de luna llena. ( continuará… )
Cuando era pequeña me encantaba subir al doblao, a cualquiera, al de mis abuelas sobre todo. Para mi, estar allí era una gozada, budearlo todo, baúles antiguos llenos de trucos olvidados, ropas, libros que ya nadie leía... Pero me cortaban el rollo rápidamente, así es que yo siempre estaba deseosa de subir al menor descuido.
ResponderEliminarEsperamos ansiosos la continuidad...
Entonces en aquel doblao, ahora en éste ático, siempre " colgao " en las alturas.
ResponderEliminarGran relato.
ResponderEliminarLas letras, amigo mío, a veces son incapaces de reflejar sensaciones. Gracias por tu visita y tus palabras.
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