Aquellos versos, frutos de madrugadas y sentimientos, se
unieron en el universo blanco de un folio, y traspasaron las fronteras del
sueño, y formaron un poema que dibujó con letras el mapa en rimas de un corazón
en carne viva. Y se cobijó entre las alas blancas de un sobre para emprender el
vuelo en la siguiente parada de metro, camino de aquella luz que encendía una
sonrisa cada mañana en el asiento de
enfrente del vagón, camino de aquellas montañas doradas de su pelo que
reflejaban el sol naciente entre los rayos de sus cabellos, de aquellos ojos de
sol poniente que escribían esperanzas en la arena del amanecer.
Y el metro vino, como cada día, puntual y lleno, como
siempre, con su eterna carga de sueño y
sueños, con su prisa y sus historias sobre raíles al amparo del nuevo día.
Pero ella….hoy no vino. Recorrió una y mil veces el
vagón con ojos de esperanza y desconsuelo, con mirada de angustia y desazón. Y
mil mariposas con forma de excusas volaron por el cielo, y se posaron en las
ramas de su corazón, y otras mil con forma de temores anidaron en el fondo de
su alma. Y esperó al día siguiente, y al siguiente del siguiente, y luego otro
más. Y así hasta que un día la paloma blanca del sobre quedó dormida entre las
sábanas blancas de un libro amigo, mientras esperaba el amanecer de un nuevo encuentro entre dos miradas, entre dos
sueños, en los bancos de un vagón de metro, camino del amanecer.
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