martes, 17 de julio de 2012

DOS AMIGOS

                                                               DOS AMIGOS
Viste ésta tarde Campillo traje gris de invierno y lluvia. Camino calle abajo por la Arrecada aún sin asfaltar. Busco las losas de piedra que forman las aceras esquivando el centro de la calle cubierto de barro y piedras. La luz mortecina de las pocas farolas que hay cabecean al compás del aire y dibujan sombras entre los portales, mientras el silencio  y la tarde se funden un poco más allá de la ermita del Divino Señor, dando paso a la noche. Llego a casa y una candela chispeante me saluda con abrazo cálido, y esparce su calor a golpe de llama y chispas. Arde la leña con traje rojo de fuego, y unas tenazas buscan una brasa para encender un cigarrillo. Una mesa baja sostiene orgullosa una botella de vino, varios vasos y unos platitos con aceitunas, queso o chorizo. Una vieja gorra apoyada en la rodilla derecha  y unas manos con mil historias me saludan, mientras una mirada limpia y sincera, y una sonrisa franca  me dan la bienvenida como siempre. Al otro lado una mujer, luminosa como una mañana de verano, y cálida como una hoguera, me abraza con voz de terciopelo. Ella se afana con sus tareas, mientras el hombre comienza, una noche más, a hilvanar su historia.  Sus pies, Mecánico, un gato amarillo, ronronea complacido al compás de las  gotas de lluvia, que comienza su concierto de música de agua con tambores de teja y canalones de latón. Manuel desgrana vivencias a golpe de callos en las manos y surcos en la frente, al tiempo que Griselda asiente con la cabeza y sus manos dibujan sus quehaceres en la cocina. Colgando del techo, los frutos de la última matanza consuman su madurez a golpe de humo. De vez en cuando Manuel, entre historias, llena los vasos de vino y atiza la candela, que alegra su baile y su música con llamas más altas y un chisporroteo más sonoro, mientras el humo sube lento en volutas grises, camino de la chimenea, para perderse en el cielo gris y fundirse con la tarde. Una tras otra las historias se suceden mientras el tiempo pasa, callado, como de puntillas,  entre las manecillas del reloj. Miro a los dos, ahora sentados juntos, y un río de sensaciones me invade, al tiempo que me cuentan una vivencia más, su lucha, su esfuerzo, sus hijos, el libro de una vida abierto de par en par, unas páginas leídas al calor de una hoguera y que el tempo ha hecho imborrables. Se miran, se sonríen, y prosiguen con una vivencia más. Es tiempo de irse, y tras apurar el vaso de vino  y el cigarrillo miro la escena por enésima vez. Grabo cada detalle en el corazón mientras su sonrisa ilumina el pasillo camino de la calle. Juntos vuelven a la cocina para proseguir sus vidas, Manolo, el hijo mayor y yo nos vamos a intentar vivir las nuestras junto a otros amigos.  Sigue lloviendo en la antigua calle Arracada, en Campillo, pero no nos importa, ambos compartimos un inmenso paraguas.
A Griselda Pascual Coronado y Manuel Valenzuela Vitar, IN MEMORIAN, por compartir tanto al calor de su candela.
http://youtu.be/gc3UBE9_0kU

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